miércoles, 27 de mayo de 2009

Secuencias de la Segunda Guerra Mundial

NORMANDÍA, DÍA D
Los hombres saltaron en un agua que tenía una profundidad de entre tres y un metros, con una única idea en la cabeza: llegar a la playa de guijarros y buscar el dudoso refugio que ofrecían los primeros desniveles y los agujeros de bomba.
Pero bajo el peso de sus equipos, eran incapaces de correr en el agua profunda, sin protección de ninguna clase, se encontraron bajo el fuego de ametralladoras, morteros, bombarderos, y armas ligeras.
A algunos el pesado equipo les arrastraba hasta el fondo, impidiéndoles salir. Los pocos que conseguían llegar a la orilla, caían al borde del agua, a lo largo de toda la playa. Algunos morían en el acto, otros se lamentaban pidiendo ayuda médica, mientras la roja marea ascendente les sumergía implacablemente.

Mi sargento se debatía con la mirada perdida y la tez blanca entre la vida y la muerte, con la vista fija en ninguna parte y repitiendo una retahíla que ni el mismo entendía. Extremidades y viscosidades rojas estaban extendidas por toda la playa, mientras los pocos vivos que quedaban se arrastraban playa arriba, y los heridos gritaban de dolor y pidiendo ayuda.
El soldado raso Allan se arrastraba sin piernas sobre sus tripas, dejando un rastro sanguinolento de tripas allá por donde pasaba. Se me acercó y, entre agonizantes gritos, me tendío en la mano un anillo mientras repetía "¡Mi mujer! ¡Mi mujer!". Sus estertores dejaron paso a su muerte en unos pocos segundos. Pareció que le habían desinflado la energía, de repente sus ojos perdieron su aspecto vital y su cabeza se desplomó.
Contemplé cómo el rostro de otro de mis compatriotas se deshacía en un estallido silencioso y me alcanzaba una oleada que cubrió mi cuerpo de sangre.
Las MG-42 de los búnkeres escupían su fuego por doquier, causando el pánico y el caos entre lo que quedaba del regimiento. Era una masacre.
El soldado Miller era atendido por el único médico con vida que quedaba en el pelotón. Estaban muy al descubierto, y la muerte de los médicos era una prioridad alemana. Corrí para avisarles, pero no conseguí llegar antes de que un francotirador moldease su cabeza en torno a una masa viscosa y de materia gris.
El soldado Miller me hablaba. "Sé que voy a morir aquí", decía, "entregadle esto a mi hijo, por favor; es mi último deseo". Sacó de su chaqueta un reloj de bolsillo. Lo abrió, dejando ver una foto de él, su mujer, y su hijo pequeño en la otra cara del reloj. Lo golpeó con fuerza, haciendo que se parase. "Quiero que vea la hora en la que morí".
La marea de sangre había subido ya mucho, cubriendo la mayor parte de los muertos, mientras que la mayoría de sus extremidades y partes del cuerpo desmembradas flotaban, y teñían el mar de rojo.
Conseguí arrastrar el cuerpo de mi amigo muerto hasta un socabón en el suelo que nos protegía del fuego de las ametralladoras de las colinas, y esperé a que pasara algo.

1 comentario:

  1. Juegas mucho a los COD? Yo sí, y pasándomelos en veterano, que es de ser muy pro :o
    Para hablar del día D me esperaba algo más original por tu parte, lo he visto insulso, pero vamos, disfrutable igual. Pásalo en grande.

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