jueves, 9 de julio de 2009

Dance tonight, revolution tomorrow

Me encantaban todos esos pequeños detalles. Esos minuciosos detalles, que cuidabas a la perfección. "Los pequeños detalles son los que rigen el mundo", solías decir tú. "Hay que cuidarlo todo a la perfección, todo error, por nimio que sea, puede tener su consecuencia negativa", decías. "Como la mariposa que bate sus alas y crea un huracán en el lado contrario del mundo". "Así nací yo", añadías, "un pequeño error en un preservativo, un pequeño agujero". "Y fíjate todo lo que he logrado, un pequeño agujero en un preservativo ha cambiado el mundo veintiocho años después", decías, "como la mariposa que bate sus alas".
Y lo recuerdo, lo recuerdo todo. Cada forma labial acompasada que dejaba sonido a una vocal, cada mirada. Lo cuidabas todo al más mínimo detalle.
También recuerdo que dijiste cuando me declaré. Dijiste "Lo primero que has de saber es que la esperanza es una fase que se deja atrás". "Deja atrás tu esperanza, olvídala". Te constesté que no lo entendía.
Entonces era una niñita presumida y tonta. Ahora sí que lo entiendo a la perfección, cariño. Tú me lo has hecho entender.
"No sirve de nada tener esperanzas, las cosas no se harán solas por mucha esperanza que tengas", me decías, "tienes que hacerlas tú". "Todo el mundo está solo en este mundo", continuabas. "No te entiendo", decía yo. "Nadie aprende metafísica en un sólo día", me contestaste, "ya lo entenderás".
Y así es, ya lo entiendo. Lo entiendo, todos estamos solos.
Te recuerdo a ti, encima de un pozo de sangre, en el lecho de tu muerte. Pero reías, eras feliz. "Todo ha salido según el plan", me dijiste. "¿Qué plan? ¡Te estás muriendo!", contesté. "En eso consistía".
Y entonces me explicaste. Me explicaste que tu verdadero sino en la vida era reducir la civilización a cenizas. Me explicaste que el trabajo de reconstruir un mundo mejor no te correspondía a ti. Y añadiste "Lo siento, amor mío, creo que no te hice entender que todos estamos solos en este mundo".
Te reíste y continuaste. "Quería saber qué se sentía, qué se sentía sabiendo que tu próxima bocanada de aire sería la última, tu estertor. Quería vivir ese segundo en el que la vida pasa ante tus ojos. Yo lo estoy viendo todo, cariño, y para empezar no es un segundo sino una agradable eternidad".
"¿Y qué ves?"
"Te veo a ti, nos veo a nosotros. En un bosque de arces, antes de la revolución, antes de la pistola, antes de la anarquía".
"Sólo quiero que me prometas una última cosa", continuaste, "recuerda todo lo que te he dicho. Y prométeme que les dirás a los chicos que volveré".
Aquello no lo entendí del todo. Pero hice correr la voz.
Día tras día, tu tumba se llenaba de pancartas.
"Te echamos de menos, señor", decían.
"Estamos continuando con su plan", decían.
"Hacemos del mundo un lugar mejor".

Pero seguí recordando, recordándolo todo.
La gente siempre te tenía por un sanguinario. Me preguntaban cómo podía amar al hombre que ahorcó a unos políticos. Cómo podía amar al hombre que quemó todas las instituciones públicas. Me preguntaban cómo podía amar al hombre que hizo volar por los aires siete campamentos militares.
Pero ellos no entendían, no entendían como eras tú en realidad. No conocían tu otra mitad de vida. Yo era la única que te veía recién levantado. Yo era la única que disfrutaba cuando me traías el desayuno a la cama. O cuando llorabas en mis brazos preguntando si tanta violencia tendría un fin positivo.
Yo era la única que conocía aquellos besos en praderas bordeadas por bosques de arces.
"¿Por qué lo haces?", te preguntaba.
"En realidad la gente no mata el tiempo, es el tiempo quien los mata a ellos", respondías. "Haz algo importante con tu vida, haz que el tiempo te resucite y no mate también tus recuerdos."
"No lo entiendo", decía yo.
"Verás... Mi corazón está dividido en dos mitades. En una mitad estás tú, y en la otra mitad está el resto de la humanidad. Eres mi mitad de vida. Quiero el bien para ti, pero también lo quiero para ellos".
Yo era tu mitad de vida.
Entonces no lo entendía.
Ahora he estado recordando. Ahora sí lo entiendo.
Tu plan tenía dos fases: destrucción y reconstrucción.
Tú eras una parte de tu vida, y yo era la otra.
Y dijiste que volverías.
Entonces no lo entendía, pero ahora sí. Ahora veo exactamente cuál es mi cometido en tu plan, en tu vida. Ahora sé que no has muerto, que en realidad sigues siendo otra mitad que sigue viva en mí. En el recuerdo de todo el mundo. Todos esos pequeños detalles, esas pequeñas palabras que tanto cuidaban... son las que cambian el mundo.
Cuando hagamos del mundo un lugar mejor, será mi turno. Podré ir al otro lado a visitarte. Podremos consumar nuestro amor. Si no lo hacemos en el otro mundo lo haremos en los recuerdos de todas las personas.
Ahora... ahora tengo una revolución que continuar.

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