miércoles, 15 de julio de 2009

London Crawling (III)

Convierto la carta de Gemma en una pelotita y la tiro a la basura. La dura vida del apático emocional; la dura vida de un autista emocional.
Pero lo daría todo, lo daría todo sólo por ver en su cara reflejado el momento en el que tiro su carta a la basura. Lo daría todo sólo por tener uno de esos teléfonos en los que se oye todo para que, cuando me llamase, escuchase la cadena del retrete. O para que escuchase el sonido de un huevo friéndose. Y entonces sabría que me la suda.
Un espasmo de bienestar recorre mi cuerpo justo cuando veo cómo el papel arrugado se cuela en la papelera. Oh, qué bonito es dejar a alguien cuando aún quiere verte. Porque indudablemente tendrás que dejarla cuando no quiera volver a verte.

Hecho esto, bajo a comprar el periódico para ver las necrológicas. La muerte, la única prueba de que no todo es verdadero, auténtico e invariable. Todo se acaba, todo se pudre, todo se marchita, todo cambia.
Llega un momento en el que puedes medir tu propia muerte en función de las muertes ajenas. Cuando compras bombillas no sabes que estás limitando tu vida al registro de luz. No sabes que cada bombilla de esas dura unos cinco años aproximadamente. Entonces caes, cuando ya has cambiado unas siete bombillas, te das cuenta de que probablemente no vayas a poder cambiar otras siete.
Terminas el instituto, ¿y ahora qué? Universidad. ¿Y ahora qué? Te casas, compras una casa, crías una familia. ¿Y ahora qué? Terminas de pagar la hipoteca. ¿Y ahora qué? Y entonces te mueres.
Y te das cuenta de que no hay nada que haya justificado tu existencia. Has hecho todo lo que se supone que hay que hacer. Has sido obediente. Has criado una familia, y te has aburrido trabajando todos los días de tu vida. Has sido un buen ciudadano. Has cumplido tu papel en el ciclo vital de la vida dejando descendiencia. ¿Pero qué ha sido de ti? Has sido ciudadano, has sido padre, has sido contribuyente, has sido marido, has sido comprador, has sido mecánico. Has sido todo lo que se supone que hay que ser, pero no has sido .
¿Qué desearías haber hecho antes de morir? Escribe un libro, construye una casa, esculpe una estatua, pinta un cuadro, compón una canción. El arte es la única manera de inmortalizar. Convierte tu vida en una obra de arte. Inmortalízate.
Por eso miro las necrológicas, es la única manera de sentirme vivo. Treinta y dos años y no he vivido. Sigo siendo un niño de treinta y dos años. Por eso visito las tumbas todos los días.
Las juergas con alcohol y drogas tenían su gracia al principio. Pero dejan una cuenta de linfocitos espantosamente baja. Casi puedo sentir la tuberculosis incubándose en el interior de mis pulmones. Meciéndome suavemente con cada inspiración y espiración.
Me voy a morir y este no puede ser el final. Tiene que haber algo más. Necesito que lo haya.
Por eso siempre pego el oído a las criptas, intentando escuchar una respiración agitada y el sonido de los arañazos. Por eso siempre que veo a alguien saliendo de Bunhill Fields pienso que, por favor, que esté muerto.
Incluso yo acorralado por una horda sedienta de sangre de zombis sería feliz. Incluso si me matasen y me eviscerasen sería feliz. Porque sabría que hay algo más. Que no es el final.

No hay comentarios:

Publicar un comentario