domingo, 11 de abril de 2010

National Geographic

El joven taciturno y espinoso andaba paulatinamente con el pilóto automático de vuelta a su vivienda cuando un tipo, demasiado arrugado y canoso para su temprana edad, le sorprendió. Fue un intercambio rápido y sencillo de palabras; su palabrería arrogante y su chulería innata le servían igual que al ciervo macho le sirven sus cuernos: para jactarse ante la hembra y defender el territorio, siendo ello una hembra perteneciente a la especie homo habilis. En este caso, un especímen con singularidad propia: sus rasgos faciales delataban un probable empleo en un supermercado, e iba cargada con un carricoche en las manos y un bombo bajo el chándal azul. Así, mientras sus ojos reflejaban la completa ignorancia y su semblante la agresividad, su boca se tornaba en una mueca de desprecio burlón, y profería una serie de sonidos y fonemas, cuyo significado en castellano; por analogía ante el conocimiento de la lengua de otros especímenes de características muy similares; sería:
-Primo, ¿me das un euro?
El joven, con cierta ingenuidad y completa inocencia, se rascó los bolsillos, y, ante la negativa de la petición -en el límite con la exigencia- de aquel tipo, dijo:
-Sólo llevo una moneda de dos euros, ¿tienes cambio?
Sacando pecho y cruzando los brazos para reafirmar su postura, el tipo contestó:
-No, no tengo, primo.
La amabilidad natural del joven, perteneciente a una raza superior del homo sapiens, le llevo a, en un principio, darle la moneda. Pero, antes de que extendiese la mano con la moneda, el otro especímen cometió el error de, torpemente, meterse la mano al bolsillo derecho, y el tintineo del bronce replicó desde el fondo de éste. Entonces el joven cayó en la cuenta, ¿por qué habría de dar él algo por ese tipo que ni siquiera facilitaba tal ayuda? Y, con tal efervescencia que se sorprendió a sí mismo, espetó:
-Entonces jódete. Que te den por culo.
Para aquel tipo, aquella muestra de agresividad ponía en grave peligro su estatus de macho alfa, y con ello, el control absoluto sobre el especímen hembra, que miraba con sorpresa y desdén al joven. Así, intentó golpear al joven con su extremidad superior derecha.
La subordinación del cuerpo a la mente es algo común a todos los mamíferos, pero en él era algo diferente. Puesto que carecía de cerebro, sus brazos se agitaban desorganizados intentando golpear a su presa, la cual, con unas pocas fintas y unos cuantos golpes bien dirigidos, logró reducir a cero la resistencia e imposición que en un principio presentaba aquel tipo.
Mientras y desde el suelo, aquel tipo observaba, tras su pantalla de idiocia, al joven marcharse. El hecho de olvidar su cara para una posible revancha suponía anotar una derrota, lo cual en la escala de orgullo de su clan era algo inaceptable. Además, puede que luego fuese a cazarlo a su propio hábitat con los demás especímenes de su tribu. Y, puede también que intentasen asaltar a algún otro homo sapiens, pues cuando atacan en manada es cuando mejores resultados suelen obtener.

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