sábado, 17 de octubre de 2009

Conversation with mrs. Seussicide

Cuando entré, me limité a sentarme frente a ella. Esa terrible dualidad, estoy sentado frente a ella, pero en realidad no estoy aquí en absoluto.
Lo primero, las típicas preguntas rutinarias:
-¿Crees en el amor, Andrés?
El amor es para la gente real.
-Tú pareces real.
Odio a la gente real.
En realidad he venido por esto, le digo. Y me destapo el pecho y la barriga, dejando ver las largas cicatrices y las heridas a medio curar.
-¿Y por qué lo haces?
La automutilación libera endorfinas. Las endorfinas calman el dolor; es como un orgasmo. Me hago daño para olvidar que me estoy haciendo daño, le digo. Ya sabe, esa terrible dualidad.
-El sexo y la masturbación también liberan endorfinas.
Y yo me bajo los pantalones y le enseño lo que no tengo. Me lo corté a los quince años, le digo. Pero seguimos siendo hombres.
-¿Seguimos?
Sí, ya sabe. Esa terrible dualidad.
Sigue apuntando cosas en su libretita y veo que subraya algo. Luego pregunta:
-¿De qué trabajas?
No trabajo. Y dejé los estudios a los quince años.
-¿Para qué?
Para reírme de mí mismo, supongo.
-¿De ti mismo?
Sí, ya sabe. Esa terrible dualidad. Además, prefiero no tener nada.
-¿Por qué?
Por miedo a perderlo, supongo.
-Oh, vaya...
Y entonces me doy cuenta de que esta tía es una principiante sin idea de nada. Ni siquiera puede entender que yo y yo mismo seamos personas distintas.
-¿Y su familia?
Pienso en el viejo muerto, y en la vieja, que ahora está con ese tal sr. X. Sí, mucha preocupación por mí, pero bien sabe que cuando yo falte -y no es que me quede mucho- ella podrá fornicar a gusto con el sr. X. Ya le he dicho que papá no se merece esto, pero ella ni caso.
Incluso el día de mi entierro echarían un casquete de celebración. Al llegar de mi entierro, se sentarían en el sofá del salón y mirarían las fotos que hay en la estantería junto a él.
Ella le diría, con lágrimas en la cara: "Mira, en esta foto sale con su padre pescando".
Y él le tocaría las tetas.
Ella le diría, ya dejando de llorar: "Mira, en esta tenía seis años, y estaba aprendiendo a montar en bici con su padre".
Y él le tocaría el coño.
Ella le diría, algo ruborizada: "En esta cumplió los dieciséis, y vino a su cumpleaños su primera novia".
Y él le metería el dedo en el coño.
Y entonces mi espíritu y el de papá caerían al suelo, rompiéndonos en trozos de cristal, mientras ellos dos dan vueltas en el sofá y la habitación se llena de gemidos.
Por supuesto eso no se lo digo.
Le digo, la familia bien.
Y ella me dice que ya se nos ha acabado el tiempo.
Me extiende una receta médica y me dice que eso me ayudará a descubrirme a mí mismo.
Salgo de la habitación, decepcionado, pues no me ha ayudado en nada, y miro la hoja y veo que pone Dietilamina de ácido lisérgico 350 µg.
Y pienso, así de fácil es la psicología.

4 comentarios:

  1. Dios, me encanta...casi parece tu vida por la manera tan genial que tienes de contarlo

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  2. Pastillitas de colores para alegrar el alma y abotargar la mente.

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  3. Los psicólogos sólo te dicen lo que haces mal, pero nunca dónde está el botón en el cerebro que debes tocar para cambiarlo. Y como mucho, pastillas. Y como poco, palabras que ya te sabes de memoria.

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  4. No es para entrar en discusión, pero el psicologo no te dice lo que haces mal, hace que lo sueltes y te des cuenta por ti mismo. Además, el pobre chaval, no esperará que una srta le arregle sus problemas. Que no són pocos.

    Saludos.

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