lunes, 17 de agosto de 2009

Esos ruidoadictos...

Alguien está viendo Siete Vidas a todo volumen. Su sonido se filtra por el techo. El estruendo de las risas de la televisión hace vibrar cada una de las células doloridas de mi cabeza. Todos esos sonidos de risas en la televisión se grabaron durante los cincuenta, lo que dicta que hoy día la mayoría de gente a la que se oye reír está muerta. Muerta y enterrada. Su estruendosa risa transformada en un silencio frío y fertilizante. Y este sonido, este estruendoso sonido es su legado. Un parásito, algo que sobrevive al ser humano. Algo que sobrevive al cuerpo y al alma.
Alguien está tocando un bajo a todo volumen. Su ruido atraviesa el patio interior y hace gemir cada uno de los papelitos que tengo encima de la mesa.
A mi derecha se oye un ruido de batalla. Se oyen disparos de M1 Garand y de MP40. Se escucha una MG-42 y una Thompson. Se escucha un rifle de francotirador Springfield, y ruido de bombardeo por artillería y aviación. O bien en la casa de al lado se está librando una batalla en la que un contingente alemán se defiende de la invasión norteamericana en las playas de Normandía o bien alguien tiene la televisión puesta demasiado alta.
Esta es la gente que necesita que su televisor esté encendido todo el día. Gente que llena sus vidas de ruidos y ruidos para no poder escuchar su propio silencio. Estos son mis vecinos. Estos son el mundo entero. Estos adictos al ruido, que tienen fobia al silencio.
Todos los sonidos se filtran por las paredes y se mezclan: la risa de los muertos con la grave vibración de un bajo con la batalla de la Segunda Guerra Mundial.
Y al día de hoy, esto te lo venden como "Hogar, dulce hogar". Este asedio de ruidos. Te lo venden como civilización y sociedad. Te lo venden como progreso.
Y se inventan pastillas y píldoras para las imperfecciónes que deja "el progreso" en ti. Pastillas para poder dormir, pastillas para el dolor de cabeza. Pastillas para las contracciones musculares, y pastillas para los que escuchan voces. Pastillas para el hipersomnio. Pastillas para la depresión. Pastillas con efectos secundarios.
Pastillas con efectos secundarios para arreglar los efectos secundarios de otras pastillas. El apaño que cubre el desperfecto que ha dejado otro apaño que cubría una imperfección que dejaba otro apaño y así sucesivamente.

Siempre he querido encontrar mi Nana. Encontrar un sonido, o imagen, que cuando sea escuchado o visto sea interpretado por el cerebro. Y le envíe un mensaje. El mensaje de morir, de ser desconectado. Cantar una palabra, enseñar una fotografía, y matar a una persona.
Y enviarlos a todos al espacio exterior, donde no hay aire, por lo que no se transmite el sonido. Convertir todo su ruido en un silencio frío y fertilizante.
Pero aún quedaría su legado. Todas las películas, y la música. Todos los documentales, informativos, reportajes y series de televisión. Todo el ruido grabado.
Matarlos sería el apaño que cubre un desperfecto pero deja otra imperfección.

¿Qué se puede hacer? ¿Toda solución a un problema causa otro problema? ¿Hay alguna solución definitiva? ¿O estamos condenados a vagar restaurando los problemas causados por soluciones anteriores?

3 comentarios:

  1. ''Y se inventan pastillas [...] y así sucesivamente.'' Ese trozo me encanta.
    Y supongo que buscar maneras de mejorar las anteriores soluciones es lo que nos queda por hacer cuando lo básico para vivir ya lo tenemos todo. Que inconformistas somos, de verdad.

    Maite zaitut. (L)

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  2. Mmmm.. creo que todos deberíamos oír el silencio de vez en cuando...

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  3. Nana de Chuck Palahnoiuk
    :) que GRAN libro

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