miércoles, 17 de junio de 2009

Buscando, buscando...

Me levanté temprano. Había ocurrido algo terrible, podía sentirlo. Podía notar la desgracia incubándose en mi interior, agrupándose en pequeñas gotas de dolor dispuestas a salir a la superficie. Lloré. Lo sabía, algo había pasado, algo se había quebrado en mí. Tenía que hablar con alguien, tenía que contárselo a ella. Ella me arroparía con sus brazos.
Cogí el móvil y busqué su número. Pero no estaba, su número no estaba... Tampoco sus mensajes, ni sus llamadas. Tampoco sus fotos ni sus canciones. Algo pasaba y yo lo sabía, lo sabía pero lo ocultaba. Ya conocía la historia antes de que me la contasen.
La seguí buscando, era como perseguir a un fantasma. Su dirección de correo electrónico había desaparecido de mi lista de contactos, su nombre no aparecía en Tuenti. Busqué la libreta llena de sus poemas, pero estaba ausente.
Salí a la calle, buscando aquel banco. Aquel banco de besos cálidos, busqué aquella escalera de miradas furtivas, busqué aquel árbol donde pintámos nuestros nombres dentro de un corazón. El banco parecía ahora lejano, la escalera indiferente, y mi nombre estaba pintado solo.
Lloré a mi amiga: "Tú me la presentaste". "Lo siento, Andrés, no sé de qué me hablas". Abatido y con el alma hecha pedazos volví a casa. Todo parecía ahora una falsedad teatral, parecía que de un momento a otro el telón se levantaría y me dirían "Aquí la tienes". Fantaseé con ello durante un rato más, imaginando que podía volver a sentir el contacto de sus labios. Volviendo a ser felices en un lugar donde sólo nosotros importábamos.
Pero por más que la buscaba, por más que pensaba en ella, sólo lograba toparme con mi propia desesperación y tristeza.
Intenté recordar pero no había nada que recordar. No recordaba ni su nombre, ni sus poemas, ni su cara. Sólo conseguía recordar besos y miradas. Sólo conseguía recordar la felicidad.
Pero había desaparecido sin dejar ni rastro.
Llegué a casa y me miré al espejo. Y sólo entonces me volví a sentir completo. Había encontrado al fantasma; a ese fantasma interior. Estaba reflejado en mis ojos.
Me acosté y me dormí. Y entonces volvieron los besos cálidos en bancos, volvieron las miradas furtivas en las escaleras, nuestro nombre volvió a estar pintado. Ella estaba conmigo. Volví a ser feliz.
Sólo en sueños conseguía ser feliz, la realidad me aplastaba.

2 comentarios:

  1. Como bien dices al terminio del texto, Realidad aplastante. Eso es lo que yo veo en tus textos, y ya les gustaría tener cojones a muchos para decir las cosas de la forma en que las dices. (yo también te sigo)

    PD: de la idea del último texto en el que has comentado ya hace bastante, o al menos lo suficiente como para que ya no me importe. Mi blog no está en temporada alta, se sabe que el escribir sale mejor cuando se está triste, y por ahora todo va bien-Peor de lo que desearía, pero mejor de lo que esperaba y, sin duda, mejor que nada.-
    :*

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